“Nueva Vida, ¿Dígame?”. Al otro lado del teléfono una voz tímida “… No sé si podrán ayudarme, tengo un problema…” Así empiezan muchas de las historias de las personas que llegan hasta nosotros. Son historias de vidas con cicatrices, algunas muy profundas y otras apenas superficiales pero con miedo a que lleguen a ser tan dolorosas como las que ven en muchas otras vidas a su alrededor.
En todas ellas el mismo protagonista: la Adicción. Unas veces es la sustancia, otras veces la conducta, da igual el traje que vista, siempre hace el mismo papel, el del verdugo que acaba con vidas que apenas acaban de despegar, y con ellas arrastra a sus seres queridos a una lucha continua con mil batallas que enfrentar.
Al principio es difícil entender que todo esto va de una enfermedad, que el adicto es un enfermo y la adicción es su enfermedad, y por tanto lo que precisa es un tratamiento. Pero no solo él, también la familia necesita ayuda, porque aunque el paciente adicto es el que porta la enfermedad, en la familia recaen muchas de las consecuencias, ellos también sufren y necesitan ayuda.
Tratar la enfermedad es tratar el conjunto paciente/familia. Esto nos proporciona un marco extenso donde las estrategias y herramientas tienen más posibilidades de ser efectivas. Y en este camino nos encontramos con muchas preguntas que esperan respuesta: ¿qué he hecho mal?, ¿la culpa es mía?, ¿cómo no lo vi venir?, ¿esto se va a acabar algún día?, ¿podré tener una vida normal?, ¿seré feliz alguna vez?… Estas preguntas las plantean tanto los pacientes como los familiares, cada uno desde su posición, pero el dolor y el sufrimiento son los mismos, la culpa campa a sus anchas y entorpece el camino de la sanación.
Pero, ¿qué pasa con las respuestas?. Éstas no van a salir del terapeuta sino del proceso que han puesto en marcha al escoger tratar la enfermedad en lugar de ocultarla o ignorarla. Y ese proceso necesita de Tiempo; Tiempo para Aprender, Tiempo para Aplicar y Tiempo para Reforzar.
Esto también es difícil de asumir en un mundo donde prima la velocidad por encima de la calidad. Pero si algo hemos aprendido es que en adicciones las prisas no conducen a buenos resultados, y esto es algo que también tenemos que trabajar, porque dar pasos más rápido de lo aconsejable solo puede llevar a tropezar.
Pero todo esto no se puede resumir en una frase que conteste a esa voz al otro lado del teléfono, lo que si podemos asegurarle es: “Cuénteme y veremos como podemos ayudarle”. Porque ese es nuestro compromiso, darles lo mejor de nosotros, nuestra experiencia y la seguridad de que no nos rendiremos.
Nuestra misión es ayudar al paciente adicto a trabajar su enfermedad y acompañarle junto a la familia para conseguir una nueva vida, la que ellos escojan, pero libre de adicciones.